Propongo abrir la
idea del hipertexto a un ámbito más ambicioso y quizá transgresor, lo cual nos
hará vislumbrar posibilidades realmente nuevas a partir de lo que en principio
es sólo un concepto referido a la tecnología de la comunicación multimedial.
Quiero concebir el hipertexto como una realidad mayor, como la estructura
básica de la realidad misma en la que
estamos contenidos.
El hipertexto, visto
así, nos antecede, nos afecta desde antes del nacimiento, desde antes de
adquirir conciencia de él. El hipertexto es la sumatoria de lenguajes, signos y
símbolos del mundo habitándonos, tomando presencia en nosotros, definiéndonos,
transformándonos y convirtiéndonos a su vez en creadores y transmisores de
hipertextualidad. Aun en nuestro silencio, en nuestra ignorancia o en nuestra aparente
indiferencia ante el hipertexto, continuamos siendo hipertexto. Todo el flujo
vivo de la historia humana e incluso de la prehistoria no expresada por la
escritura pero sí registrada en la arqueología, toda la historia de la
filosofía y del arte, desde los primeros rudimentos de la civilización
constituye el hipertexto, esa descomunal y fantástica red, construcción,
estructura del mundo denominada todavía con el término de cultura.
Podríamos decir que
las relaciones de nuestro ser con el mundo, con la vida, con los demás, son las
relaciones que podemos establecer desde y por la hipertextualidad. Y esas
relaciones, de alta o baja intensidad, de pobre o rica dinámica, son intertextuales.
Cada ser en este mundo, cada hecho, cada
acto, pensamiento, sentimiento o emoción están cargados de significado,
de sentido. Por tanto, son en sí mismos también texto y como texto fundan en
nosotros, desde la intertextualidad, una fértil, poderosa y actuante
hipertextualidad que a su vez puede ser leída, interpretada, vivida por otros.
Todas nuestras experiencias, nuestra formación y sensibilidad más profundas
participan de aquella condición que la propia literatura, el arte, la poesía y
la imaginación creadora despliegan sobre nuestro espíritu, condición en la que
lo ideal o lo cotidiano, lo sublime tanto como lo ordinario, lo hermoso como lo
siniestro, lo placentero y lo doloroso son parte de una escritura de totalidad,
de un libro infinito que siempre estará escribiéndose a cada instante, sin
término, sin final conocido.
Ya no decimos poema,
decimos texto, porque nos parece más verdadero, más exacto. Un texto es una
estructura, una construcción, un tejido de signos y símbolos, un objeto
relacional abierto a la contemplación y a la interpretación. Un poema es, en
cambio, una forma predeterminada por la tradición literaria, de la expresión
verbal o escrita que contiene o puede contener poesía, o más exactamente,
producir una reacción poíetica en quienes
lo abordan o reciben. El texto, por el contrario, es un fluido libre que puede
albergar un contenido capaz de producir en el receptor un desencadenamiento de
la poiesis como principio creador y
de establecer sus propias dinámicas y relaciones, a veces no sólo lingüísticas
o conceptuales explícitas, que emana del ser del hombre o del ser de las cosas
con las que el hombre entra en contacto.
El arte todo es
hipertextualidad, y eso lo entendemos de una manera simple desde el momento en
que admitimos el carácter dialógico de toda creación artística, incluida la
literatura, según lo advertía Mijail Bajtin. Todo artista establece siempre
relaciones dinámicas con su entorno para poder dar forma a su obra como
representación viva de una experiencia dada que, de alguna manera, se integra
luego a toda una serie de experiencias previas y ajenas presentes como memoria
colectiva, como “cultura”, como lenguaje, es decir, como hipertexto. Un cuadro,
una escultura, una composición musical o un texto literario no son más que un
acumulado de interrelaciones, de intertextualidades que toman forma valiéndose
de la destreza, la habilidad o el oficio de alguien a quien la historia llamará
luego Homero, Fidias, Sófocles, Miguel Ángel, Mozart, Van Gogh, Joyce, Marcel
Duchamp o John Cage, pero que a la larga no importarán más que como obra de
humanidad, como realización de la poiesis
en el ámbito de la vida humana. Precisamente John Cage, uno de los más conocidos y singulares
artistas de nuestra época, es un ejemplo bastante ilustrativo al respecto. Su
propósito, su búsqueda es esencialmente experimental y desde allí desarrolla
una ejemplar revolución hipertextual en su momento. Lucrecia Piedrahita,
curadora y crítica de arte, nos dice de John Cage que fue : “…un constructor de puentes
para la música, las artes y la tecnología del futuro, una autoridad sin límites
que supo componer con una caligrafía distinta para mostrarnos que todo es susceptible de reorganizarse, de
repensarse para generar estados emotivos y sensoriales, y ante todo para crear
un objeto nuevo que ya no pertenece a nadie”. Esos “puentes” entre la
música, las artes y la tecnología, son evidentemente los vínculos que dentro de
la hipertextualidad, Cage asume conscientemente para permitir que su arte
refleje, transmita y provoque en su oyente, en su espectador y
“lector-receptor” una análoga experiencia de complejidad, de riqueza, de
extrañamiento, de asombro y de belleza como la que ha encontrado en él mismo. Esta manera de entender el arte no es nueva
sin embargo. En el fondo, todos los grandes artistas según su época y sus
circunstancias han vivido y expresado la hipertextualidad en una u otra forma.
Algunos
poetas de nuestro tiempo registran la presencia del hipertexto a veces de
manera sutil, como el poeta cubano José Kozer cuando escribe: “…El (…) poema (…) revela el momento histórico en que vivo, y ese
revelar es inescapable, séase Shakespeare o Amado Nervo. Estamos incrustados en
una situación procelosa, auténtico hervidero de suscitaciones, de la que un
poeta vivo y atento, puede (y debe) extraer mundos enredados, y a la vez
ordenados (desde el inconsciente y desde el oficio y su aprendizaje) (libertad
y disciplina: que en el fondo acaban de ser lo mismo): mundos que acogen
materiales de acarreo y luminosidades ulteriores. Todo cabe en el poema actual;
y a Bach y una de sus maravillosas cantatas lo podemos acompañar, sin que
implique una desarmonía, con un guaguancó”.
Y un crítico reciente
al referirse a Joyce y lo que logró dice también, pensando en el poder de una
escritura hipertextual como la del Ulysses:
“Donde está la verdadera anticipación, tiene
que ver con el hecho de ir encontrando en el tiempo las asociaciones y las
relaciones, que lejos de ser infinitas y caprichosas, son necesarias y lógicas.
De modo que se está ante un programa previsto por Joyce y fue el de irse
haciendo en la visión de cada lector, en cada lectura. Pero si en lo escrito y
en el supuesto de hallarse frente a acontecimientos de Dublín, en 1904, nos
precipitamos a un panorama absolutamente actual, es casi un trámite preguntarse
quién lee, quién nos lee. Y así como reconocemos la anticipación que supone la
visión del futuro por parte de Joyce en la novela, podemos decir que
Joyce nos lee cuando lo leemos. Quizá porque esta escritura –y lectura-
no hace comunidad, en el sentido de establecer una pertenencia amparada por una
paternidad que herede o suceda, sino que más bien retiene en un nombre, el de
James Joyce, toda función rectora, Jacques Derrida cuestiona cualquier autoría
en cuanto a los trabajos sobre la obra del genio irlandés, cuestiona hasta la
autoría de los expertos y los miembros de las fundaciones y asociaciones que se
fundan en relación a su memoria, pues, dice él, sus firmas son ilegítimas.
Quien firma, hasta ahora sin haber sido heredado o superado, es el propio Joyce”.
No creo necesario ni posible, desde una óptica al
fin y al cabo precaria, abundar en este tema, sobre el cual, por lo pronto
considero de utilidad mantener siempre
una mirada abierta y la disposición de seguir avanzando. Entre tanto, tal
vez, podríamos concluir parcialmente
que:
1 Hay que regresar a la poiesis como fuente de la creación en
todos los ordenes de la vida.
2 El arte como búsqueda de lo absoluto y
realización cabal del ser humano, el arte como la téchne aristotélica, vuelve a ser posible en la integración, la
visión de totalidad, instantaneidad, pluralidad y fluidez que nos permite el
hipertexto.
3 El concepto de poeta ya no se reduce a
la figura del productor de textos particulares, con un lenguaje privado,
solipsista, sino que se extiende, se expande al del intérprete y creador en
general de hipertexto (filósofo de redes, lingüista, investigador, diseñador,
analista de nodos de significación, ingeniero de programación e inteligencia
artificial, etc) que busca encontrar el sentido de lo humano, lo verdadero, lo
bello y lo útil en armonía constante con la vida.
4 Se desacraliza la figura incidental,
aislada del artista como autor único, original, y se instaura el reino sin
linderos de la Poiesis como
hipertexto mismo. “La poesía hecha por todos”, como decía Lautréamont.
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(Apartes del texto central en la charla abierta para hoy dentro de la programación de la Escuela de Poesía de Medellín, 22 Festival Internacional de Poesia)
http://prezi.com/nuct5w5icsgi/poesia-e-hipertexto/
Pedro Arturo, Felicitaciones por esa gran conferencia dictada hoy en el gran Hotel, me parece que usted es un ser humano que ayuda a otros a generar lo que el amigo Heidegger quería con la Filosofía la tal anhelada PREGUNTA, porque gracias a su conferencia, yo todo el resto del día Lunes me la pasé hablando del hipertexto con uno de mis estudiantes en un parque toda la tarde, a pesar que sólo me pasó algo malo, me robaron el celular, pero con esa experiencia, armé un hipertexto y recordé algunos robos en mi vida,y el efecto de dichas experiencias para mi existencia. De ahí sale un hipertexto donde se puede apreciar esto que me deja o no me ha dejado, pero en especial, el aprender a conocer las distintas miradas de la naturaleza humana.
ResponderEliminarApreciado Juan Esteban, no sabes la satisfacción que me produce este comentario tuyo a partir de la charla compartida ayer sobre un tema que, como lo planteas, tiene que ver fundamentalmente con las relaciones que la vida misma teje en nosotros y que en algun instante se asumen como experiencia poíetica, aun incluyendo, como en tu caso, los azares aparentemente difíciles de nuestra existencia. Me place mucho haber podido contar con un público atento y paciente, pese a mi tendencia a la digresión y otras cosillas que impidieron tal vez un desarrollo cabal de la exposición. Un gran abrazo y toda mi gratitud.
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