martes, 28 de abril de 2009

Poema / Bai Juyi / 772-846 (Dinastía Tang)

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Canción de la pena sin fin

(La “canción de la pena sin fin” cuenta la trágica muerte de la bellísima Yang Kuei, Anillo de Jade, favorita del Emperador Hsuan Tsung de Tang.)


Durante el frescor de la primavera la dejaron
bañarse en el estanque de las Flores Puras,
el agua suave de la fuente mojaba su
piel lisa.
Auxiliada por sus doncellas, salió grácil y cansada.
Entonces recibió los favores imperiales.
Cabellera de nube, cutis de flor, alhajas de oro,
tras las corinas color de hibisco conoció las noches
primaverales,
noches muy breves, interrumpidas sólo por la salida
del sol.
Fue entonces cuando el Soberano comenzó a
abandonar las audiencias.
Acompañando al Emperador en los paseos y los festejos,
nunca quieta,
sólo ellos compartían los paseos y las noche de
primavera.
Tres mil bellezas habitaban el palacio,
pero el amor sólo existía para ella.

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Desde Yu Yuang los tambores de guerra estremecen
la tierra
poniendo fin a la Danza de Trajes Emplumados.
Polvo y humo cubren los nueve palacios,
mil carros y diez mil jinetes corren hacia el
sudoeste.
Llenas de miedo, las banderas imperiales avanzan
y a cien lis de las puertas de la capital se detienen.
El ejército rehusa avanzar más, hay que retroceder.
Fue entonces cuando fue ejecutada la bella de cejas
de mariposas ante los caballos.
Sus adornos floreados quedaron por el suelo, y
nadie tocó el adorno de su pelo, el gorrión de
oro cubierto de plumas de martín pescador, ni
la horquilla de jade.
El soberano que no pudo salvarla ocultó su rostro
la miró por última vez y lloró lágrimas de sangre.

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Cielo y Tierra cambiaron. Regresó el Carro del
Dragón.
Allí se detuvo el Emperador a pesar suyo,
en el barro de Me Wei Po, donde el hermoso rostro
ya nunca estará,
en el sitio solitario de su muerte.
El soberano y sus ministros se miran, cubiertos de
lágrimas.
Después, abandonando los caballos, entran
en la capital.
Jardines y estanques. Todo está igual,
lotos de T´ai Yi, sauces del palacio de Wei Yang.
Los nenúfares recuerdan su faz, los mimbres sus
vibraciones.
Ante ellos, no pudo contener las lágrimas.
Las flores del durazno y del ciruelo se abren con
viento de la primavera
las hojas de los plátanos caen bajo las lluvias del
otoño,
las yerbas cubren el patio del Palacio de Occidente,
las hojas muertas, que nadie quita, enrojecen las
escalinatas.
Los comediantes del Jardín de los Perales tienen ya
los cabellos blancos,
han envejecido los eunucos y las sirvientas del
Palacio de Pimenteros.
Por la noche, cuando revolotean las luciérnagas, el
Emperador se aflige
y enciende la lámpara solitario, sin encontrar reposo.
Campanas y tambores van desgranando lentamente
la larga noche,
brilla la Vía Láctea, pronto amanecerá…
bajo las flores de rocío, las tejas entrelazadas
están frías.
¿Quién querría compartir una habitación helada?
Ya un largo año separa al vivo de la muerta
y su espíritu no ha regresado a él ni en el sueño.

¡Ay! El cielo y la tierra pasarán, pero su recuerdo
será eterno.

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