miércoles, 8 de abril de 2009

Carta / Sobre Ángela Becerra

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Señores: ¿Es posible que mi itinerario vagamente hedonista y mis noches ardorosas en busca de saciar la hambruna de absoluto me hayan convertido en una ignorante, posuda erotómana y necia adversaria de la belleza y la literatura? De ser así olviden este comentario, purifíquenlo sin más en la brasa del olvido y tíldenme de escribidora acongojada de envidia. Pero es que no entiendo las calidades ni los hallazgos -supuestamente indiscutibles- de la escritora Ángela Becerra, más allá del río de millones que impulsan su prestigio en alianza con piratas de la crítica, periodistas aquejados de hambruna y cretinismo y apologistas a sueldo, que la han transmutado en la Anais Nin de lo doméstico, la Yourcenar de lo desglandulado, la Virginia Wolff de los que no han leído más que Cosmopolitan. Esta bella mujer, publicista curtida, hace una súbita aparición en el mundo de las letras, con un compendio de escritura para el olvido, y desde ese instante danza a su alrededor una cohorte de obnubilados iletrados, de jurados dadivosos, de premios escalonados y de críticas benévolas. Y esto sin que ninguna verdadera veta de luz haya aparecido en sus “planetas” literarios. ¿De qué se trata entonces? ¿Hay una cofradía de oscuros emisarios para comprar los premios y ensalzar a los farsantes? ¿Quién es en realidad esta singular estrella de las letras sin literatura? Con un abrazo, Narda Fiory.
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(Comentario extractado de Con-Fabulación. Edición virtual, abril de 2009)
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