domingo, 12 de abril de 2009

Una temporada en el infierno / Arthur Rimbaud / Capítulo inicial

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Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde todos los corazones se abrían, donde corrían todos los vinos.
Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas.-Y la encontré amarga.—Y la injurié.
Tomé las armas contra la justicia. Huí. ¡Oh brujas, oh miseria, oh rencor; a vosotros fue confiado mi tesoro!
Ahuyenté de mi espíritu toda esperanza humana. Sobre toda alegría, dí el salto sordo de la bestia feroz, para estrangularla.
Llamé a los verdugos para morder, mientras agonizaba, la culata de sus fusiles. He atraído las plagas para ahogarme en la arena y la sangre. La desgracia fue mi dios. Me revolqué en el fango y me sequé luego al aire del crimen. De la locura me burlé.
Y la primavera me trajo la horrible risa del idiota.
Fue así como, hace poco, encontrándome a punto de lanzar el último cuac, he pensado en buscar la llave del antiguo banquete, en el que quizá recobraría el apetito.
La caridad es esa llave.- ¡Esta inspiración prueba que he soñado! "Seguirás siendo hiena, etc...", clama el demonio que me coronó con tan agradables adormideras. "Gana la muerte con todos tus apetitos, y tu egoísmo, y todos los pecados capitales."
¡Ah! Estoy harto:-¡Pero, querido Satán, yo te conjuro: una mirada menos iracunda! Y mientras esperas las pequeñas miserias retrasadas, tú que amas en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, aparto para ti estas repulsivas páginas de mi cuaderno de condenado.

(Versión personal, 2007)
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2 comentarios:

  1. Estas palabras queman en la piel legitimando la vivencia. De manera que verdaderamente se siente uno vivo o apenas pudriéndose como pierna gangrenosa.

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  2. Perfectamente de acuerdo, mi querido Eminescú. Rimbaud siempre estará ahí, como la hoguera. Palabra que ilumina y oscurece a la vez. Un abrazo.

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