domingo, 24 de mayo de 2009

Artículo

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LA POESÍA ES EL FUEGO ROBADO A LOS DIOSES

Cuando ya no basta la razón para entender la realidad, la poesía nos abre su puerta en llamas. Cuando el mundo y la vida nos desbordan, sólo ella alcanza a darnos la señal esclarecedora a través de unas palabras tocadas por el sortilegio, la verdad, el misterio que se nos escapa.

La poesía es el fuego robado a los dioses por el poeta, moderno prometeo que expía en soledad e incomprensión ese destino entre los hombres… Es el poeta un condenado al suplicio permanente bajo el duro sol de la palabra y el castigo renovado e inacabable del buitre de su lucidez que desgarra su espíritu día y noche. Por ello, ser poeta no es nunca un privilegio fácil ni un simple “arte” común al servicio del placer general o los tópicos sentimentales del momento. La poesía va más allá de las bellas palabras, ritmos y rimas bien sonantes que halagan por un instante el oído ávido de complacencias cómodas. Es, por el contrario, la desnudez absoluta, la síntesis quemante del verbo original abriéndose paso a través de la carne y los sentidos, a través de la sangre y el alma del hombre; la que le da el ser real al poema: lo demás, como decía Baudelaire, “es literatura”.

La poesía es un río poderoso e indetenible más bella cuando fluye tumultuosa, incluso cuando se desborda, cuando se vuelve turbia al recoger todo aquello que el entorno le aporta. Río nocturno cantando con su voz de limo, escombros, soledad y catástrofe porque la poesía será siempre expresión libre del ser y de las cosas, no sujeta a cánones, a academias ni a formas rígidas (signos cambiantes de la cultura). Ella trasciende esos límites y se proyecta más allá del tiempo y de las circunstancias históricas. La poesía es sólo espacio en libertad del sueño y de la vida, no un sucedáneo más, un instrumento utilitarista de las emociones fáciles, del sentimentalismo epidérmico. La poesía auténtica nos compromete con lo más hondo, nos revela la verdad y la extensión extraña del mundo. Nos cuestiona, nos sacude, nos revuelca, nos tira al otro lado de nosotros. La poesía es revolución del espíritu, es guerra a la costumbre, al orden estático, a la petrificación, a la muerte. Ella es movimiento, volición, incendio, estremecimiento, experiencia límite del espíritu, aventura peligrosa de dimensiones sobrenaturales donde el hombre reencuentra el hilo de su laberinto interior hacia la luz, hacia su verdad en medio de la dispersión y la contingencia del tiempo al que fue arrojado desde lo inmemorial.

Ser poeta es, por lo demás, estar ardiendo de continuo bajo la mirada multívaga del cosmos, vivir alimentando el fuego eterno de cien mil millones de galaxias en la propia sangre, el propio corazón reconectado con su origen.

(1992)

(Del libro inédito, Visiones a contra/sombra)

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2 comentarios:

  1. ¿Entonces no importa la edad en que comiences a descifrar tu enigma, no importa si se pudo o no, no importa si lo hiciste "bien" o "mal", no importan las cachetadas que te daban para despertar; lo importante fue que eras tú: libre criatura extrañada, confundida, soñada?

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  2. Otra vez, gracias, Nirám. Tu respuesta es la pregunta y la pregunta es la respuesta. Un abrazo.

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