viernes, 17 de abril de 2009

Apuntes al margen / Bruno Salomón

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No leer también contribuye a nuestra "formación", en la carencia. De alguna manera el vacío que eso crea se llenará con otras cosas: prejuicios, sentimentalismos, mentiras, mixtificaciones, mal gusto, fanatismo, etc. El espacio que estaba destinado a Shakespeare, por ejemplo, será ocupado cómodamente, digamos, por Paulo Coelho o peor aún, por tres o cuatro años de pésimas telenovelas.
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Todavía hay un grueso número de poetas que considera la poesía como expresión de sentimientos y buenas intenciones, en un lenguaje elemental. Otros han girado hacia la hostilidad: despotricar en verso (en mal verso) sobre todas las cosas, incluso sobre la poesía misma, pero cayendo precisamente en una escritura fácilmente despectiva, torpemente escatológica por sí, ofensiva e histérica como recurso; y hay quienes al querer entrar en la complejidad y las tendencias postmodernas se vuelven inarticulados, obvios en su incomprensión, falsamente oscuros. Sólo queda entonces, recurrir a quienes aún creen sólo en la sencillez y la sinceridad de un decir depurado de retórica y presunción seudo vanguardista, sin caer en la simpleza o el anecdotismo inmediatista personal.
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La poesía no está en crisis; es ella misma crisis que se expresa a través de distintos lenguajes, entre ellos el lenguaje verbal escrito y, por supuesto, en tantos otros como medios dispone el hombre para comunicarse, aunque la poesía no es sólo comunicación, como ya se sabe. La crisis es el grado más alto que la energía creadora alcanza, y en ese punto, suele explosionar y reordenarse hacia un nuevo comienzo, un nuevo estado de armonía, equilibrio y aparente reposo.
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Toda estética verdadera, toda poesía digna de ese nombre, es subversiva, porque transgrede las leyes de la realidad aceptada, las convenciones del pensar tradicional y sistemático, porque abre nuevas fisuras en el orden establecido y trastroca la sensibilidad, la conciencia habitual del mundo. En tal sentido, puede también leerse la famosa frase de Hölderlin: "El lenguaje es el más peligroso de los bienes", que se auna a la de la poesía como´"la más inocente de las ocupaciones".
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Pero con Baudelaire la poesía moderna se hizo conciencia de imposibilidad para fijar lo absoluto. Rimbaud encarnó esa conciencia de lo absoluto y lo imposible al mismo tiempo. La poesía posterior sólo podía ser en adelante, entonces, sólo una "construcción irónica" (como lo anota Julián Malatesta en su libro "La imagen poética", Univalle,2007)-. Y es desde la ironía donde ha podido resistir y renovarse, desde donde todavía mantiene, en buena parte, su vigencia subversiva y desde donde, hoy mismo, sigue transformándose, abordando nuevos lenguajes y soportes expresivos, cumpliendo así con su naturaleza interrogativa, reveladora y crítica que le es propia.
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La poesía sigue siendo necesaria, (olvidémonos de una vez por todas de la idea vulgar de su "utilidad") mientras se constituya en vínculo, conexión viva entre el ser del hombre y el mundo que lo contiene.
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Tenemos sólo respuestas parciales a problemas totales, pero por suerte existe la imaginación, la intuición, es decir, la poesía.

(Del libro inédito Apuntes al margen)

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