lunes, 23 de marzo de 2009

Diario



Shakespeare murió a los 52 años. A los 46 ya había escrito casi toda su obra. Poe se despidió de este planeta a los 40. Pessoa a los 47. Kafka a los 41...¿Pero es el tiempo el mismo para todos? ¿Es la cronología realmente la medida de una existencia? Vida verdaderamente vivida, poca, muy poca al mirar cada cumpleaños. Sumada no alcanzaría a representar acaso unos veinte o veinticinco de experiencia, de conocimiento y conciencia auténtica. Lo que entonces confirmaría más bien nuestra relativa inmadurez y juventud. Aun soy un "adolescente", si lo pienso, paradojalmente, es decir, el que adolece de todo, el que carece, el que se estira y retuerce dolorosamente en su intimidad para acomodarse al paso de la vida y de sí mismo: demasiado joven, incluso, como para empezar a despedirme, cuando tengo todo por conocer, hacer y reconocer aún. Y no es esto "optimismo" barato. Es, al contrario, realismo crudo y simple. Como leí hace unos días por ahí: "Por fortuna seguimos vivos, porque vivir no es sino flotar cada día en la superficie de nuestro propio abismo" (M.V.)

Así que debo tomarlo con calma, aunque "florezcan apocalípsis a la vuelta de la esquina".

*

Sin embargo, todo es ganancia cuando uno es sólo un sobreviviente de sí mismo. Nos sobrevivimos a punta de renuncias, a costa de sacrificios, de repulsas la mayor parte de ellas, inútiles. Un día pudimos soñar con el suicidio como la posibilidad extrema de libertad o desapego y, de alguna forma, en lo más íntimo, cometimos el acto. Matamos a aquel que éramos en ese momento y luego, llegó el otro, sí, el sobreviviente al que de pronto se le dio el regalo de ocupar el puesto vacante sin que afuera, ni familiares ni amigos, se enteraran de la sustitución. Adoptamos señas de identidad, hábitos, objetos y modos que aquel suicida dejó tirados, excepto su alma, y así, el sobreviviente o, mejor, el sustituto, salió ganando. Ahora escribe esto en un arrebato de sinceridad.

1 comentario:

  1. Los cuarenta son la edad madura de la juventud; los cincuenta la juventud de la edad madura.

    Victor Hugo

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