jueves, 7 de mayo de 2009

De la Web / Ensayo / Literatura fractal / Pablo Paniagua

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Para empezar a responder qué es literatura fractal nos tenemos que remontar al año 1497 cuando un monje italiano, Lucca Paccioli, dio a conocer lo que era “la divina proporción”, título del libro de su autoría donde explica los secretos de la “sección áurea”, proporción matemática que se basa en una regla de tres para establecer el equilibrio adecuado entre las partes de un todo. Esta división armónica ya fue utilizada desde la antigüedad, y casi siempre en arquitectura, por los egipcios, griegos y romanos, y más tarde en pintura por los grandes maestros del renacimiento, para establecer las reglas que les permitieran lograr una perfección compositiva.

Aquí nos damos cuenta de la importancia del “número” (lo cuantificable, lo que se puede medir), algo que ya dedujo la “escuela pitagórica” cuando equiparó la realidad al número; para ella los números gobiernan al mundo y el Universo es ritmo, o sea, que lo cualitativo está presente en todo. A partir de ahí es comprensible que, para imitar el patrón superior, el hombre tratara de unir las matemáticas y el arte en búsqueda de la perfección: catedrales, esculturas, pinturas, todo hecho respecto al número, las matemáticas aplicadas al espacio: la geometría.

“Geometría”, ésta es la palabra, el punto de partida hacia “lo fractal”, pues lo fractal pertenece a un modelo geométrico donde la “sección áurea” se equipara a una semilla sin germinar. Y ahora, a este respecto, aunque sea por semejanza botánica, me remito al concepto de “rizoma” en el que Gilles Deleuze y Félix Guattari se basan, según nos explican su libro “Mil Mesetas”, para organizar un sistema de multiplicidad que se expande a través de diferentes estructuras que son análogas a los rizomas de las plantas, y así explicar, con esta metáfora, los nuevos comportamientos sociales en el capitalismo tardío. Este concepto de rizoma es bastante similar, en su estructura organizativa, a lo que se desprende del orden fractal, con la salvedad de que en el segundo término los elementos que lo componen son más limitados y se generan a partir de sí mismos: son “recursivos”. Los fractales serían como una semilla geométrica que, al germinar, mediante la intervención de un proceso de algoritmos matemáticos, se expandiera de forma semejante al rizoma de una planta: “un punto de fuga al inverso generado por la repetición de sus mismos elementos”.

Esta “expansión fractal” la podemos encontrar, de manera concéntrica, en el origen y evolución del Universo, según las teorías del “Big Bang” (de Georgy Antonovich Gamov, en 1948) y la “Inflacionaria” (de Alan H. Guth, en 1981). Millones de estrellas y planetas en expansión, donde con ellos también se propagan el tiempo y el espacio, cuando nuestro mundo, nuestro planeta y nosotros, somos una minúscula partícula de todo ese entramado; de tal modo que nos encontramos, como individuos, dentro de un mega-sistema de semejantes características: “nosotros dentro de una sociedad que está compuesta por una especie, que puebla y se relaciona de manera fractal, dentro de este planeta que forma parte de un sistema solar que forma parte de un Universo de características fractales”. Por tanto, estamos marcados por la fractalidad desde lo más íntimo de nuestro ser hacia el exterior: “átomos, moléculas, células, tejidos, órganos… hasta completar un cuerpo que está regido por un cerebro de millones de neuronas interconectadas fractalmente”. Toda partícula forma parte de un algo y ese algo es la parte de un complejo superior que es la parte de otro que lo supera en magnitud, o sea, que nuestro Universo y nosotros mismos estamos determinados, sin lugar a dudas, por un orden fractal.

La Real Academia Española de la Lengua nos ofrece la siguiente definición: “Un fractal es una figura plana o espacial, compuesta de infinitos elementos, que tiene la propiedad de que su aspecto y distribución estadística no cambian cualquiera que sea la escala con que se observe”.

Ya, más o menos, nos vamos haciendo una idea de lo que es un fractal: “un sistema complejo que se multiplica hacia el infinito a partir de sí mismo” o, como lo definen en Wikipedia: “Un fractal es un objeto geométrico cuya estructura básica se repite en diferentes escalas. El término fue propuesto por el matemático Benoit Mandelbrot en 1975. En muchos casos, los fractales pueden ser generados por un proceso recursivo o iterativo, capaz de producir estructuras auto-similares independientemente de la escala específica. Los fractales son estructuras geométricas que combinan irregularidad y estructura”. Esta última explicación, desde luego, es mucho mejor que la que nos da la Real Academia Española, y, a partir de ella, nos hacemos una idea de lo que es un fractal.

Ahora, ya teniendo el concepto establecido, podemos partir desde este punto para hacer su aplicación en la literatura.

Está claro que a una oración, compuesta por un sistema de signos con sus significados y significantes, no se la puede someter a la secuencia de un algoritmo fractal, pues perdería su coherencia sintáctica; pero lo que sí se puede hacer es imitar los modelos fractales, respetando la sintaxis, para generar oraciones y textos que conformarán lo que se puede denominar como “literatura fractal”. Por tanto, “la literatura fractal sería aquélla que multiplica los signos lingüísticos, dentro de un orden sintáctico, como si se tratase de un juego de espejos que busca en esa repetición, en ese juego, una dinámica dentro de lo infinito, de lo laberíntico o lo circular”; o, dicho de una manera más sencilla: “La literatura fractal es aquélla donde se multiplican por sí mismos los elementos que la componen”.

Existen dos artículos en la “web” que tratan de fijar este concepto. El primero, que parece lleva por título “Literatura fractal”, es de Alberto Viñuela y data del 29 de julio de 2001. El segundo, “Literatura y el infinito”, es un trabajo escolar que, por su estructura, parece se basa o toma como modelo el de Alberto Viñuela, aunque aporta, dentro de su brevedad, alguna idea nueva y creaciones propias; está publicado sin fecha y sus autoras son: Tatiana Pérez Veiga, Martina Piñeyrúa y Eugenia Espona.

Alberto Viñuela nos define así la literatura fractal: “Llamo literatura fractal a todo aquel escrito que manifiesta propiedades similares a las de los objetos fractales, centrándose sobre todo en los elementos recursivos, es decir, que hacen referencia a sí mismos”. Alberto Viñuela nos propone diferentes maneras para lograr este objetivo mediante, por ejemplo, las “tautologías” (repetición de un mismo pensamiento dicho de distintas maneras), “historias cíclicas” (que empiezan y terminan, tras su desarrollo, con un concepto similar que une el principio y el final), “cajas chinas y cajas chinas cíclicas” (historias que contienen a otra historia y a su vez a otra historia…), y luego continúa, después de presentar ejemplos de diversos autores para cada uno de estos enunciados, abordando los temas de la “Ficción científica y los lenguajes fractales”, “La recursividad en la literatura religiosa”, para terminar su exposición con citas de algún que otro escritor conocido.

El otro trabajo, que se reduce más a la simple idea de lo infinito y su relación con la literatura, hace referencia a las paradojas de Zenón de Elea y sus juegos con el espacio-tiempo, para completar su desarrollo con un resumen de la ya comentada propuesta de Alberto Viñuela.

En ambos casos, para ilustrar sus planteamientos, aparece la figura y obra de Jorge Luis Borges como máximo exponente para este tipo de literatura.








Antecedentes literarios

Son dos grandes escritores los que han creado su literatura, ya sea de manera consciente o no, bajo la influencia de un pensamiento cuya teoría y nombre fue posterior a la fecha de la publicación de sus obras (ya que fue en el año 1975 cuando Benoit Mandelbrot propuso el término “fractal”). Estos dos autores son: Franz Kafka y Jorge Luis Borges.

“El Proceso” y “El Castillo” son las dos novelas de Franz Kafka que están escritas bajo un marcado predominio de lo fractal. En las dos se expresa la imposibilidad del individuo frente a los mecanismos absurdos del poder, sus burocracias y sus mentiras. En ellas sus protagonistas han de seguir una tortuosa ruta, mental y física, para enfrentar una realidad que les sobrepasa con una serie de problemas que se encadenan sin encontrar nunca un final, repitiéndose dentro de un laberinto legal que somete al individuo frente a las arbitrariedades del poder que le gobierna y sus representantes. Este modo argumental tiene una gran similitud con lo que establece la dinámica fractal, de algo que empieza desde un punto concreto para expandirse en el espacio o en el tiempo, multiplicándose de manera iterativa, como son, en el caso kafkiano, el problema y el absurdo que lo genera, los elementos que se repiten una y otra vez a lo largo de la trama, en una lucha ideológica en la que las partes involucradas multiplican, a su vez, todos los motivos que demuestran cada acto de las mismas para buscar su propia justificación. La progresión fractal de los elementos argumentales, en estas dos novelas, hacen de la narración un complejo sistema que se determina como lo más característico e importante dentro de la estructura de la propia obra literaria. La figura del absurdo se reproduce por si misma para expandirse, con todos sus elementos connotativos adyacentes, hacia una lógica fractal que se constituye como el componente primario del término que se conoce como “kafkiano”.

Respecto a Jorge Luis Borges (declarado admirador de Franz Kafka), en casi toda su obra está presente, en mayor o menor grado, una perspectiva fractal que se caracteriza como lo más significativo del “pensamiento borgeano” y su universo literario. En sus creaciones podemos encontrar personajes inmortales, memorias que logran existir a través del tiempo y fuera del primer cuerpo que las contuvo, edificaciones laberínticas e imposibles, libros cíclicos que terminan donde empiezan y que se bifurcan en el tiempo, laberintos y más laberintos, granos de arena que se multiplican en sueños, una esfera donde se concentra el Universo entero desde sus diferentes configuraciones, los espejos y sus reflejos, sus juegos con el tiempo y los espacios, el giro sorpresivo de sus historias; todo en él, y su inteligencia, está tocado por el orden preciso de lo fractal. Aquí, no debemos confundir su tremenda erudición con esa inteligencia suya, que se basa, precisamente, en ese juego que hace con la existencia y con lo que está más allá, con lo metafísico y el devenir, con lo que se esconde detrás de las palabras y sus ideas, lo que permanece como fondo de su literatura, libre de toda superficialidad, para adentrarse a descifrar los enigmas de esa misma inteligencia que la hacen única, genuina y genial.

Estos dos grandes escritores han conseguido el reconocimiento por medio del estilo conceptual de sus historias, y a partir de una mirada fractal que recrea una nueva dimensión de la realidad, lo que, sin lugar a dudas, supuso un cambio de perspectiva en los horizontes de la literatura.

Ahora, tras haber señalado estos antecedentes, del tema que nos ocupa, cabe mencionar la existencia de dos textos que lo refieren: “Manifiesto del Fractalismo” y “Manifiesto Fractal”.

El “Manifiesto del Fractalismo”, cuya autora es Eva Neuer con fecha 27 de septiembre del 2000, es un manifiesto de aspiraciones universalistas, o sea, que trata de abarcar todas las manifestaciones del ser humano, dentro de su rol social y como ente individual. Eva Neuer parte del concepto de fractal para conformar una nueva postura fractalista y, a través de esta visión, poder acercarse al mundo. Este manifiesto, con todas sus propuestas, se ciñe a lo que marca el orden fractal y se justifica a través de él con un texto netamente fractal. El hombre, a fin de cuentas, es un elemento singular dentro de un Universo fractal, que debe estar en armonía con su entorno por el hecho de pertenecer a él y por ser consciente de ello. Como todo manifiesto universal, es una exposición de ideas utópicas que, por serlo, no dejan de ser admisibles y que invitan, según su autora, a reflexionar para convertirse en un principio de búsqueda interior que ha de manifestarse hacia el exterior.

Otro caso distinto es el “Manifiesto Fractal”, cuya autoría es de Héctor A. Piccoli con fecha de marzo del 2002, que es literario y atañe exclusivamente a la poesía. Con este manifiesto trata de justificar el rescate de la musicalización como medio para contrarrestar una prosificación que, a su parecer, debilita el hecho poético. Critica la prosificación pero no formula su propuesta de manera concreta y memos en relación al orden fractal, pues en ningún momento se vale de los conceptos fractales (pues no los explica ni mucho menos los utiliza) para justificar su postura de “repensar la esencia rítmico-musical del verso”, y, a través de este planteamiento, “repoetizar la poesía”. Propone, también, “trabajar con el ordenador” (sin explicar en qué sentido), y hacer poemas generativos, interactivos y esencialmente plurales, respecto a las unidades de un poemario compuesto por varios poemas, para terminar diciendo que así entrarán en el “laberinto y no sólo en el endecasílabo”. Queda la sensación, tras leer este manifiesto, que su autor se sirve del término fractal para formular un ideario en el cual lo fractal es una mera excusa, además de caer en la superficialidad de una poética que se basa, casi exclusivamente, en el ritmo y la musicalidad, cuando lo importante de la poesía es lo que se dice entre líneas, lo que se esconde detrás de las palabras, lo que evoca: “lo que hace que no sea una simple canción”.

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bibliografía

1.- Umberto Eco. (ed.): Historia de la belleza. Barcelona: Lumen, 2004.
2.- Gilles Deleuze y Félix Guattari (ed.): Mil Mesetas: capitalismo y esquizofrenia. Valencia: Pre-Textos, 2000.
3.- Stephen Hawking (ed.): Breve Historia del Tiempo. Barcelona: Planeta, 1992.
4.- Benoit Mandelbrot (ed.): La Geometría Fractal de la Naturaleza. Barcelona: Tusquets, 2002.
5.- Franz Kafka (ed.): El Proceso. México: Tomo, 2002.
6.- Franz Kafka (ed.): El Castillo - América. México: Tomo, 2006.
7.- Jorge Luis Borges (ed.): El Aleph. Madrid: Alianza, 1997.
8.- Jorge Luis Borges (ed.): Ficciones. Madrid: Alianza 1997.
9.- Jorge Luis Borges (ed.): La memoria de Shakespeare. Madrid: Alianza, 1997.
10.- Área Fractal - Literatura Fractal: http://www.arrakis.es/~sysifus/litfr.html
11.- Literatura y el Infinito: http://www.oni.escuelas.edu.ar/2002/buenos_aires/infinito/literatu.htm
12.- Manifiesto del fractalismo: http://www.galeon.com/fractalismo/
13.- Manifiesto Fractal: http://jamillan.com/celpic.htm


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