martes, 12 de mayo de 2009

Ensayo / El arte, lo feo y lo bello hoy /

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La belleza como perfección

El Renacimiento fue uno de los más significativos periodos del arte occidental, en vista de que aparecieron innovaciones tales como la investigación en los campos de la proporción y la perspectiva, la apropiación del paisaje dentro de la pintura, el retrato como representación fiel del individuo, los cambios en la concepción del mundo entregados por las ciencias naturales, entre otros.

Desde mediados del siglo XII hasta finales del siglo XIV había imperado en la arquitectura europea el estilo gótico. En una reacción contra este estilo internacional, varios artistas se propusieron irrumpir contra la tradición arquitectónica.

Sin duda alguna, fue Filippo Brunelleschi el creador de la arquitectura renacentista en Florencia, Italia. Tal como lo expone E. H.

Gombrich en su texto Historia del arte, “(…) se cree que a él se le debe otro importante descubrimiento en el terreno del arte: la perspectiva. Ni los griegos ni los pintores helenísticos llegaron a conocer las leyes matemáticas por las cuales los objetos disminuyen de tamaño a medida que se alejan de nosotros”.

Semántica del espacio

Adrian Fabricio Pineda propone una lectura de las obras de Foucault Vigilar y castigar y Las palabras y las cosas, analizando los procesos de representación de los espacios edificados durante los siglos XVII y XVIII, los cuales contienen un vínculo estrecho con diversas formas de saber y relaciones de poder entre los sujetos que habitan estos lugares.

Es así como Pineda propone una lectura de esta espacialidad física teniendo en cuenta tres planteamientos que surgen a partir de una hipótesis de la lectura de la obra de Foucault.

En primer lugar, la representación del espacio llevada a cabo durante los siglos XVII y XVIII comparte nexos con las formas de la pintura del Renacimiento - siglo XV - y sus reglas de proyección de la perspectiva.

En segundo lugar, existen intencionalidades de definir ciertos criterios de comunicación, distribución y movilidad de los individuos dentro de estos proyectos arquitectónicos.
Finalmente, Pineda toma, como caso particular, la aparición de los hospitales con el fin de comprender la funcionalidad de este lugar, visto como un espacio “(…) que responde a las características de un modelo disciplinar de producción de individuos en un entorno diseñado con fines utilitarios”, afirma Pineda.

La perspectiva y el legado renacentista son asumidos durante los siglos XVII y XVIII como un asunto que busca racionalizar el espacio óptico, ejecutándose una construcción específica de espacialidad que corresponda al desarrollo de una nueva urbanística.

Según Pineda, “en el Renacimiento, las reglas de producción de espacialidad dan apertura a la posibilidad de representar el espacio habitable de una población. De hecho, los proyectos de Brunellesqui atestiguan el papel fundamental de estas reglas en la composición arquitectónica”.

Los espacios arquitectónicos erigidos durante el siglo XVIII no sólo correspondían a unos criterios de cálculo y composición, sino además a unas funciones políticas asociadas a un planeamiento racional en la funcionalidad interna de estos lugares.

Por consiguiente, la construcción de escuelas, hospitales, ayuntamientos, fábricas y teatros, entre otros, estaban supeditados a unos criterios de utilidad trazados a partir de un proyecto político en el cual se develaba la función y distribución de los individuos y la colectividad dentro de los estos espacios.

Finalmente, Pineda toma el hospital como punto de reflexión; éste argumenta que: “El espacio clínico hospitalario es un espacio estrictamente definido, delimitado y condicionado para la producción del saber sobre el espacio de la enfermedad en el cuerpo. El espacio arquitectónico funcional y jerárquico del entorno clínico hospitalario permite la diferenciación individual del caso clínico del cuerpo que ha de ser objeto de estudio”.

Estética de lo feo

Carl Gustav en su texto Ensayo sobre Ulises, de 1932, expuso una idea transformadora para el mundo de la estética que aún, hasta nuestros días, conserva una especial vigencia para la comprensión del arte moderno y contemporáneo: “Lo feo de hoy es signo de grandes transformaciones futuras”.

Puesto en otros términos, se trata de entender que lo que hoy nos parece feo, de mal gusto y desagradable, posiblemente sea apreciado en un futuro como una obra de arte.

La anterior apreciación estética surge con la aparición de las vanguardias -arte moderno- y, seguidamente, con las actuales manifestaciones de arte contemporáneo.

De ahí que surgieran diversas concepciones peyorativas en torno a la apreciación del arte moderno tales como la expresada por Nikita Kruscher al afirmar que “Los cuadros vanguardistas parecían pintados con la cola de un asno” o la concepción de Adolfo Hitler al decir que “El arte contemporáneo es degenerado”.

Definición de lo feo

Lo feo siempre se ha asociado con lo carente de proporción, armonía y simetría. Sin embargo, lo feo siempre será un concepto mutable y complejo, el cual se modifica a lo largo de la historia en occidente.

Precisamente, Umberto Eco en su texto Historia de la fealdad se vale de los aportes de Kart Rosenkranz y su obra Estética de lo feo, de 1853, a quien cita con el fin de ampliar la definición de este concepto.

Según Rosenkranz, lo feo, asociado a la fealdad espiritual, la fealdad en el arte y la fealdad natural, se concibe como “(…) la ausencia de forma, la asimetría, la falta de armonía, la desfiguración y la deformación –lo mezquino, lo débil, lo vil, lo banal-, y las distintas formas de lo repugnante –lo grosero, lo muerto y lo vacío, lo horrendo, lo insulso, lo nauseabundo, lo criminal, lo espectral, lo demoníaco, lo hechicero y lo satánico”.

Por consiguiente, existen demasiadas ideas por lo que sería muy reduccionista considerar que lo feo es simplemente lo opuesto a lo bello, definido como todo aquello que tiene proporción, simetría, armonía e integridad de sus partes.

Carnaval dantesco

Muchas propuestas artísticas inscritas dentro de la época moderna y contemporánea del arte develan un carácter fantástico, oscuro y mítico proveniente de la imaginación y la fantasía, las cuales se caracterizan por ilustrar la extravagancia, lo erótico, lo irreal, lo recargado.

Precisamente, esta liberación de los cánones racionales se asocian con algunas de las ideas expuestas por Félix Ramiro Jaramillo en su ponencia, quien concibe la importancia y la vigencia del pensamiento nietzscheano en torno a las nociones de ilusión y apariencia como categorías que permiten al individuo hacer una reinterpretación del mundo, liberando a la imaginación de los cerrados límites que impone la realidad.

De ahí que Umberto Eco exponga en su obra Historia de la belleza la existencia de una belleza cruel y tenebrosa; “(…) la belleza refinada y culta es una máscara tras la cual se ocultan el lado tenebroso del hombre. La crueldad coincide, pues, con la naturaleza humana y el sufrimiento es el medio para alcanzar el placer. La belleza de los cuerpos ya no tiene ninguna connotación espiritual: es el triunfo del reino del mal sobre el mundo”.

Jaramillo considera que aunque el arte moderno rompe con toda la categoría de lo bello, de la bella apariencia como tal, no se puede desconocer que igual en esa obra de arte se encierra un sentido y es desde esa perspectiva en la que el espectador puede interpretarlo.

Finalmente, es válido tener presente a Arthur Danto, quien invita a rescatar el concepto de lo bello no en el sentido propiamente clásico, pero sí como otra alternativa para construir nuevos caminos de reflexión dentro de la experiencia del arte.


(Tomado del periódico El Mundo, 2008)

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